RIO DUERO, HACIENDO CAMINO


En los Picos de Urbión, con aroma agreste a pinar, el Duero inicia su eterno viaje de agua.

Nace convertido en poema, con los versos Antonio Machado y Gerardo Diego tintineando

en torno a sus orillas, serpenteando poblaciones sorianas a las que da nombre (Molinos

de Duero, Berlanga de Duero, Langa de Duero), desplegando una curva de ballesta en

torno a la capital de la provincia. Su huella de agua pasa silenciosa bajo su puente de

piedra, levantado en la lejana Edad Media y útil aún en la comtemporaneidad. La ciudad,

antaño de espaldas, saluda y acompaña al río de los machadianos “álamos dorados” con

multitud de sendas y caminos senderistas que a lo largo del día disfrutan en sus horas de

ocio los sorianos al ritmo de su canción de agua. Encaramada en las “cárdenas roquedas”

la barroca ermita de San Saturio vigila desde lo alto su reflejo en el fluir acuático de su

camino antes de dejar marchar al río.

Pequeño y tranquilo, el Duero va haciendo camino hacia el Atlántico desde Soria. A lo

largo de sus casi 900 kilómetros de recorrido, avanza por las provincias de Burgos,

Valladolid, Zamora y Salamanca construyendo el fluir de Castilla hasta verter su cauce ya

en tierras portuguesas, en la localidad de Oporto ya como río imponente que permite

incluso la navegación. Pero el Duero anciano, no se olvida del Duero niño. El principio y el

final de este eterno viaje de agua, se mantienen conectados a través del hermanamiento

institucional que une a las ciudades de Soria y Oporto desde el año 1994.

Y el fluir no cesa. El Duero continúa llenando de poemas que son agua, de agua que es

intercambio de palabras entre los pueblos, campos y viñedos que baña, desde los picos

de Urbión y hasta Oporto.

Sonia Almoguera, periodista del periódico " El Día de Soria", especializada en temas culturales-

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